Tener una mascota como compañera de vida se percibe como una gran decisión que conlleva importantes beneficios emocionales. Por ejemplo al llegar a casa tu alegría es doble: por un lado has terminado el trabajo y por otro por cómo te recibe tu mascota. Saltos, lametones,... situaciones llenas de felicidad y vida cada día. Pero imagínate que ese compañero de cuatro patas un día se pone a hablar y te cuenta su puta vida. Esa cariñosa mascota que te hacía tan feliz mientras estaba en silencio y te aguantaba el rollo resulta que un día, un aciago día, habla también. Y el muy cabrón NO te escucha. Te interrumpe cuanto intentas comunicarte con él contándole tus eventos consuetudinarios, esos que te han acontecido en la rúa Pero a él le sudan la polla No te escucha Va a la suya y está esperando que llegues a casa no para saltos y lametones sino para que le ESCUCHES y te des cuenta de lo que ha estado sufriendo de lo mucho que ha hecho por ti y patatín y patarán Como si fuera una persona, vamos Como si fuera esa persona con la que compartes o sueñas compartir tu vida igual que antes soñabas compartirla con una mascota.

En resumidas cuentas: le tienes cariño a tu mascota porque se comporta como un mascota y no como una persona Porque eres tú quien habla y la mascota quien escucha Mucho cuento le echas a la vida (como casi todes)